Y es que, si bien es cierto que por fin tengo donde meter la vajilla, la cristalería y la cubertería, también es verdad que el polvo de mi hogar tiene ahora más sitios donde incordiarme... aunque no me quejo, no, que lo mío me ha costaó. Aunque creo que el hecho de haber comprado un aparador tan crudito nos obliga también a pintar la pared de un tono más vivo... no quiero ni pensarlo.
En fin, ahí van unas fotos.
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